El vandálico retorno de San Felipe
Por: Abimael Castro Rivera
Temporal, temporal, allá viene el temporal.
Temporal, temporal, allá viene el temporal. ¿Qué será de mi Borinquen, cuando llegue el temporal? ¿Qué será de Puerto Rico, cuando llegue el temporal? Segmento de plena compuesta en conmemoración del paso del huracán San Felipe II por Puerto Rico |
La temporada de huracanes de 1928 comenzó con poca actividad ciclónica; solo dos ciclones se habían desarrollado entre junio y agosto. No obstante, la primera semana de septiembre fue una muy activa en la cuenca del Atlántico, periodo en el cual se registró la formación de 3 sistemas tropicales consecutivamente. De estos, una baja presión atmosférica con origen en África logró convertirse en tormenta tropical en la latitud 14.0°N y longitud 20.0°O antes de pasar al sur de las Islas Cabo Verde. Fueron unos navegantes los que reportaron su formación, y desde ese entonces comenzó a escribirse la historia del cuarto ciclón de la temporada, conocido localmente como San Felipe II, “El Grande”.
Durante las primeras horas del 6 de septiembre surgió la depresión tropical 4 de la temporada de huracanes de 1928, la cual evolucionó rápidamente a tormenta tropical esa misma noche. El sistema tuvo un movimiento ligeramente al suroeste por casi 3 días, hasta descender a la latitud13.5°N mientras mantenía su fuerza de tormenta. Luego, tomó un rumbo hacia el oeste-noroeste, ganando fuerza de huracán categoría 1:00 p.m. del 10 de septiembre, en la latitud14.9°N y longitud 49.2°O. Desde este entonces, tuvo una intensificación significativa hasta alcanzar la clasificación de huracán mayor, dos días más tarde, en la latitud 15.9°N y longitud 58.8°O. Su ruta era de gran amenaza para el Caribe; se tenía información suministrada por navegantes, lo cual contribuyó al análisis de trayectoria e intensidad del temporal para las Antillas Menores.
La primera isla caribeña en recibir el azote directo de este potente huracán fue Guadalupe, donde se registró una presión barométrica de 940 milibares y vientos máximos sostenidos de hasta 140 mph, lo que equivale, en la actualidad, a un huracán categoría 4. Desafortunadamente, esta isla careció de un aviso y el huracán les tomó por sorpresa, generando unas 1,200 muertes. Generalmente, fenómenos atmosféricos que afectan a la isla de Guadalupe son de impacto en nuestro archipiélago, ya sea de manera directa o indirecta. Este no fue la excepción, aunque en un principio se pronosticó que el centro del ciclón estaría pasando al sur de Puerto Rico, situación que cambió la tarde del miércoles 12 de septiembre. Ese día, las observaciones meteorológicas en las Antillas Menores indicaban que “El Grande” estaba ubicado un poco más al norte de lo pronosticado. Esto fue lo que resultó en una amenaza directa para la Isla. Fue entonces cuando Puerto Rico estaba a la merced de este temporal inigualable, el cual se intensificó hasta la categoría 5, alcanzando vientos de 160 mph, justo antes de un azote directo a través del sureste del país.
A las 2:30 p.m. del jueves, 13 de septiembre, “El Grande” hizo entrada en algún punto entre los municipios de Guayama y Yabucoa. La fecha coincide con el azote de San Felipe I, en el 1876, pero esta vez lo que estaba por ocurrir era sin precedentes. Fue en el municipio de Guayama donde se registró la presión barométrica más baja a raíz del huracán: unos 931 milibares. Este valor también representó la presión barométrica más baja registrada en la isla, hasta el azote del huracán María en septiembre de 2017.
Se estima que San Felipe II tenía un radio de vientos huracanados de entre 15 y 20 millas. El azote de estos vientos catastróficos se manifestó por un período de 12 a 18 horas, con lecturas máximas de vientos sostenidos de 160 a 165 mph y ráfagas de 180 a 200 mph. Estos valores fueron los últimos registrados por instrumentos meteorológicos, hasta que colapsaron. Las herramientas meteorológicas prácticamente fueron desmanteladas pieza por pieza, encontradas después del temporal cerca de la estación de observación Weather Bureau Reservation en San Juan. Por esta razón, no se descartan valores más altos. Cabe destacar que, hasta el momento, los registros de vientos máximos convierten a San Felipe II en el huracán más intenso en azotar a nuestro archipiélago. Hubo informes de Guayama, Cayey y Aibonito de una calma de alrededor de 30 minutos, indicando el paso del ojo de San Felipe II y estimando su posición a una distancia de 25 a 30 millas de San Juan. Respecto a la precipitación, se registró un período de lluvia de hasta 48 horas. Esto resultó en acumulación máxima de hasta 29.6” en Adjuntas, otros totales estuvieron en el orden de 15” a 24”. Algunas de las lecturas más significativas fueron: 24.5” (Río Grande), 18.81” (Barros, actual Orocovis), 18.0’’ (Caguas), 14.69” (Cidra), 14.0” (Lares), 12.26” (Fajardo) y 10.5” (Utuado). El poderoso huracán se movía a 13 mph, finalmente retirándose, 8 horas más tarde, por Aguadilla.
Sin lugar a duda, un fenómeno de tal magnitud generó grandes pérdidas a nivel económico y a la agricultura del país. La cifra monetaria fluctúo entre 50 y 80 millones de dólares, más de medio billón de dólares si se traduce a los valores actuales. Las cosechas que sufrieron daños, catalogados como “daños enormes”, fueron: café, tabaco, caña, cítricos y plátanos y guineos. Se informó que algunos tubérculos como el ñame, las batatas y yautías fueron más resistentes al temporal. La recuperación del sector agrícola fue lento dada a que algunas siembras, como el café, requieren de sombra y una gran cantidad de árboles perecieron a raíz del azote. Por otro lado, la destrucción de viviendas y los impactos al sistema de comunicaciones fue también significativa. Se informó que 27,728 casas fueron destruidas, y al menos 192,444 sufrieron algún daño. Esto resultó en medio millón de personas dejadas a merced de la naturaleza. El sistema de educación del país también se vio muy afectado ante la devastación generada a sobre 770 edificios escolares. El proceso de recuperación estuvo de la mano de la Cruz Roja, el Gobierno local y el de Estados Unidos.
Uno de los primeros informes de daños preliminares al Gobierno de Puerto Rico fue de la autoría del jefe de ingeniero de Porto Rico Irrigation Service, en Guayama. El informe indicó que dos plantas hidroeléctricas se inundaron hasta 4 pies y que las líneas de distribución sufrieron daños, lo que tomaría semanas en restablecerse el servicio en ese distrito. La represa de Patillas resistió el embate del ciclón y las escorrentías; en Arroyo, sin embargo, se perdió parte de las estructuras de canales de riego. Las marejadas producidas afectaron las estructuras costeras de Juana Diaz, incluyendo el canal, mientras que desde Ponce hasta Sabana Grande no hubo daños considerables. Por otro lado, también se recibió comunicación del Ingeniero Jefe del Sistema de Riego de Isabela. Este no informó sobre daños mayores a la represa Guajataca ni a la subestación de Aguadilla, indicó que solo ocurrieron algunos derrumbes. Sin embargo, sí se reportaron daños considerables en la zona, particularmente a los techos de hogares y el servicio eléctrico y telefónico en Camuy y entre Aguadilla y Añasco. Allí, postes de acero sufrieron daños, varios árboles cayeron y varias casas de paja y yagua quedaron destruidas. Se indicó que los daños y las situaciones reportadas en esas zonas fueron dos veces más críticos que en el noreste de la isla.
Agraciadamente, y contrario al caso en la isla de Guadalupe, en Puerto Rico se tuvo un aviso de este ciclón. De hecho, fue durante San Felipe II que por primera vez se utilizó la radio para alertar a la población sobre la amenaza de un huracán. El aviso se emitió a raíz de las observaciones de los tripulantes del S.S. Commack y otros, cuando el fenómeno estaba a poco más de 800 millas al este de las islas de Sotavento. Fue así como la radio emisora de San Juan (WKAQ) anunció el temporal a través de las ondas radiales; esto dos días antes del azote. A su vez, fue por medio de telégrafos policiacos que se difundió la alerta a través de las 75 municipalidades de aquel entonces. Esto, sin lugar a duda, contribuyó a una cantidad relativamente más baja de muertes comparada con huracanes intensos anteriores: San Felipe II causó alrededor de 300 muertes, a pesar de su gran magnitud e intensidad.
Algunos ciudadanos describieron la terrible experiencia vivida con el paso de San Felipe II. La Sra. Marcelina Vélez, por ejemplo, describió en una entrevista con la periodista Lymari Vélez Sepúlveda cómo San Felipe fue la peor experiencia que ha vivido: “Es lo peor que he visto, y no quiero ver más na’... El temporal empezó a llevarse el zinc, los arrancó to’… ¡Los setos, se arrancaban los setos!... Mamá nos dijo que nos metiéramos debajo de una mesa… Allí pasamos el infierno vivo... La puerta se iba, y yo aguantaba la puerta, reposando en la mesa… Así pasamos la noche; estábamos tos’ ensopá’, la cuestión era protegerse la cabeza... Lo peor que pase en mi vida de muchacha”, concluyó.
Posterior a su azote directo en Puerto Rico, “El Grande” se dirigió a Las Bahamas y a la Península de Florida como huracán categoría 4 (con vientos de150-155 mph). Allí también causó grandes estragos a la agricultura y a las viviendas. Dentro de la devastación, se destacan las comunidades al norte y sur del Lago Okeechobee, donde la presión atmosférica produjo un gran desbordamiento de este cuerpo de agua, generando inundaciones sin precedentes y sobre 2,000 muertes. A raíz de esto, “El Grande” también es conocido como Lake Okeechobee hurricane. Actualmente, son muy pocos los sobrevivientes de este poderoso temporal; no obstante, los puertorriqueños recién vivimos el segundo temporal más fuerte después de San Felipe II: el huracán María en septiembre de 2017.
Durante las primeras horas del 6 de septiembre surgió la depresión tropical 4 de la temporada de huracanes de 1928, la cual evolucionó rápidamente a tormenta tropical esa misma noche. El sistema tuvo un movimiento ligeramente al suroeste por casi 3 días, hasta descender a la latitud13.5°N mientras mantenía su fuerza de tormenta. Luego, tomó un rumbo hacia el oeste-noroeste, ganando fuerza de huracán categoría 1:00 p.m. del 10 de septiembre, en la latitud14.9°N y longitud 49.2°O. Desde este entonces, tuvo una intensificación significativa hasta alcanzar la clasificación de huracán mayor, dos días más tarde, en la latitud 15.9°N y longitud 58.8°O. Su ruta era de gran amenaza para el Caribe; se tenía información suministrada por navegantes, lo cual contribuyó al análisis de trayectoria e intensidad del temporal para las Antillas Menores.
La primera isla caribeña en recibir el azote directo de este potente huracán fue Guadalupe, donde se registró una presión barométrica de 940 milibares y vientos máximos sostenidos de hasta 140 mph, lo que equivale, en la actualidad, a un huracán categoría 4. Desafortunadamente, esta isla careció de un aviso y el huracán les tomó por sorpresa, generando unas 1,200 muertes. Generalmente, fenómenos atmosféricos que afectan a la isla de Guadalupe son de impacto en nuestro archipiélago, ya sea de manera directa o indirecta. Este no fue la excepción, aunque en un principio se pronosticó que el centro del ciclón estaría pasando al sur de Puerto Rico, situación que cambió la tarde del miércoles 12 de septiembre. Ese día, las observaciones meteorológicas en las Antillas Menores indicaban que “El Grande” estaba ubicado un poco más al norte de lo pronosticado. Esto fue lo que resultó en una amenaza directa para la Isla. Fue entonces cuando Puerto Rico estaba a la merced de este temporal inigualable, el cual se intensificó hasta la categoría 5, alcanzando vientos de 160 mph, justo antes de un azote directo a través del sureste del país.
A las 2:30 p.m. del jueves, 13 de septiembre, “El Grande” hizo entrada en algún punto entre los municipios de Guayama y Yabucoa. La fecha coincide con el azote de San Felipe I, en el 1876, pero esta vez lo que estaba por ocurrir era sin precedentes. Fue en el municipio de Guayama donde se registró la presión barométrica más baja a raíz del huracán: unos 931 milibares. Este valor también representó la presión barométrica más baja registrada en la isla, hasta el azote del huracán María en septiembre de 2017.
Se estima que San Felipe II tenía un radio de vientos huracanados de entre 15 y 20 millas. El azote de estos vientos catastróficos se manifestó por un período de 12 a 18 horas, con lecturas máximas de vientos sostenidos de 160 a 165 mph y ráfagas de 180 a 200 mph. Estos valores fueron los últimos registrados por instrumentos meteorológicos, hasta que colapsaron. Las herramientas meteorológicas prácticamente fueron desmanteladas pieza por pieza, encontradas después del temporal cerca de la estación de observación Weather Bureau Reservation en San Juan. Por esta razón, no se descartan valores más altos. Cabe destacar que, hasta el momento, los registros de vientos máximos convierten a San Felipe II en el huracán más intenso en azotar a nuestro archipiélago. Hubo informes de Guayama, Cayey y Aibonito de una calma de alrededor de 30 minutos, indicando el paso del ojo de San Felipe II y estimando su posición a una distancia de 25 a 30 millas de San Juan. Respecto a la precipitación, se registró un período de lluvia de hasta 48 horas. Esto resultó en acumulación máxima de hasta 29.6” en Adjuntas, otros totales estuvieron en el orden de 15” a 24”. Algunas de las lecturas más significativas fueron: 24.5” (Río Grande), 18.81” (Barros, actual Orocovis), 18.0’’ (Caguas), 14.69” (Cidra), 14.0” (Lares), 12.26” (Fajardo) y 10.5” (Utuado). El poderoso huracán se movía a 13 mph, finalmente retirándose, 8 horas más tarde, por Aguadilla.
Sin lugar a duda, un fenómeno de tal magnitud generó grandes pérdidas a nivel económico y a la agricultura del país. La cifra monetaria fluctúo entre 50 y 80 millones de dólares, más de medio billón de dólares si se traduce a los valores actuales. Las cosechas que sufrieron daños, catalogados como “daños enormes”, fueron: café, tabaco, caña, cítricos y plátanos y guineos. Se informó que algunos tubérculos como el ñame, las batatas y yautías fueron más resistentes al temporal. La recuperación del sector agrícola fue lento dada a que algunas siembras, como el café, requieren de sombra y una gran cantidad de árboles perecieron a raíz del azote. Por otro lado, la destrucción de viviendas y los impactos al sistema de comunicaciones fue también significativa. Se informó que 27,728 casas fueron destruidas, y al menos 192,444 sufrieron algún daño. Esto resultó en medio millón de personas dejadas a merced de la naturaleza. El sistema de educación del país también se vio muy afectado ante la devastación generada a sobre 770 edificios escolares. El proceso de recuperación estuvo de la mano de la Cruz Roja, el Gobierno local y el de Estados Unidos.
Uno de los primeros informes de daños preliminares al Gobierno de Puerto Rico fue de la autoría del jefe de ingeniero de Porto Rico Irrigation Service, en Guayama. El informe indicó que dos plantas hidroeléctricas se inundaron hasta 4 pies y que las líneas de distribución sufrieron daños, lo que tomaría semanas en restablecerse el servicio en ese distrito. La represa de Patillas resistió el embate del ciclón y las escorrentías; en Arroyo, sin embargo, se perdió parte de las estructuras de canales de riego. Las marejadas producidas afectaron las estructuras costeras de Juana Diaz, incluyendo el canal, mientras que desde Ponce hasta Sabana Grande no hubo daños considerables. Por otro lado, también se recibió comunicación del Ingeniero Jefe del Sistema de Riego de Isabela. Este no informó sobre daños mayores a la represa Guajataca ni a la subestación de Aguadilla, indicó que solo ocurrieron algunos derrumbes. Sin embargo, sí se reportaron daños considerables en la zona, particularmente a los techos de hogares y el servicio eléctrico y telefónico en Camuy y entre Aguadilla y Añasco. Allí, postes de acero sufrieron daños, varios árboles cayeron y varias casas de paja y yagua quedaron destruidas. Se indicó que los daños y las situaciones reportadas en esas zonas fueron dos veces más críticos que en el noreste de la isla.
Agraciadamente, y contrario al caso en la isla de Guadalupe, en Puerto Rico se tuvo un aviso de este ciclón. De hecho, fue durante San Felipe II que por primera vez se utilizó la radio para alertar a la población sobre la amenaza de un huracán. El aviso se emitió a raíz de las observaciones de los tripulantes del S.S. Commack y otros, cuando el fenómeno estaba a poco más de 800 millas al este de las islas de Sotavento. Fue así como la radio emisora de San Juan (WKAQ) anunció el temporal a través de las ondas radiales; esto dos días antes del azote. A su vez, fue por medio de telégrafos policiacos que se difundió la alerta a través de las 75 municipalidades de aquel entonces. Esto, sin lugar a duda, contribuyó a una cantidad relativamente más baja de muertes comparada con huracanes intensos anteriores: San Felipe II causó alrededor de 300 muertes, a pesar de su gran magnitud e intensidad.
Algunos ciudadanos describieron la terrible experiencia vivida con el paso de San Felipe II. La Sra. Marcelina Vélez, por ejemplo, describió en una entrevista con la periodista Lymari Vélez Sepúlveda cómo San Felipe fue la peor experiencia que ha vivido: “Es lo peor que he visto, y no quiero ver más na’... El temporal empezó a llevarse el zinc, los arrancó to’… ¡Los setos, se arrancaban los setos!... Mamá nos dijo que nos metiéramos debajo de una mesa… Allí pasamos el infierno vivo... La puerta se iba, y yo aguantaba la puerta, reposando en la mesa… Así pasamos la noche; estábamos tos’ ensopá’, la cuestión era protegerse la cabeza... Lo peor que pase en mi vida de muchacha”, concluyó.
Posterior a su azote directo en Puerto Rico, “El Grande” se dirigió a Las Bahamas y a la Península de Florida como huracán categoría 4 (con vientos de150-155 mph). Allí también causó grandes estragos a la agricultura y a las viviendas. Dentro de la devastación, se destacan las comunidades al norte y sur del Lago Okeechobee, donde la presión atmosférica produjo un gran desbordamiento de este cuerpo de agua, generando inundaciones sin precedentes y sobre 2,000 muertes. A raíz de esto, “El Grande” también es conocido como Lake Okeechobee hurricane. Actualmente, son muy pocos los sobrevivientes de este poderoso temporal; no obstante, los puertorriqueños recién vivimos el segundo temporal más fuerte después de San Felipe II: el huracán María en septiembre de 2017.
Referencias consultadas y otros recursos de interés
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Entrevista a Marcelina Vélez, por Lymari Vélez Sepúlveda, publicado el 17 de marzo de 2016: https://www.youtube.com/watch?v=4xubKdSH3r4
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