La invasión de San Ciriaco
Por: Amarilys Arocho Barreto
“Ese formidable huracán, turista satánico, se paseó, según parece, por tres continentes. Inició su largo viaje desde las costas de África, visitó las Antillas y Estados Unidos, y terminó su odiosa vida por Europa…” Luis Salivia (1972)
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La historia de Puerto Rico a finales de siglo 19 revela una serie de acontecimientos que, a pesar de que algunos no estaban relacionados directamente, la totalidad de sus impactos resultó en crisis. Esta historia se remonta al 25 de julio de 1898, cuando el ejército estadounidense invade haciendo su entrada por Guánica. Esta invasión fue, para los puertorriqueños, sinónimo de confusión y sentimiento de abandono por parte de la “Madre Patria” (España), y trajo consigo, de la noche a la mañana, cambios de gobierno, moneda, idioma, tradiciones, economía, educación, entre otros aspectos. Mientras, para los estadounidenses representó el tener que ingeniárselas con un nuevo territorio que tenían que gobernar y definir su estatus, una población creciente y una economía sin dirección. A esto se le suma la gota ―o mejor dicho en este caso, el exceso de gotas― que derramó el vaso: el huracán San Ciriaco.
San Ciriaco fue particular en varios aspectos. Fue el último huracán intenso del siglo 19 y el primero bajo el dominio estadounidense en la isla. Al momento, ha sido el huracán con mayor vida ciclónica en la cuenca del Atlántico, con 28 días como sistema atmosférico. Surgió de una fuerte onda tropical el 3 de agosto de 1899, la cual se desarrolló rápidamente a través del Atlántico central. Fue entonces como este sistema fue clasificado como el tercer ciclón de esa temporada, en la latitud 11.7°N y longitud 31.0°O, con una clasificación de tormenta tropical. Dos días más tarde, esta tormenta había evolucionado a huracán. La noche del 7 de septiembre ya era un huracán categoría 3 en ruta hacia el Caribe. Al próximo día el huracán se había intensificado a categoría 4, cuando Puerto Rico recibe el azote del huracán más mortífero en su historia.
Nombrado así por haber impactado el día de ese santo, un 8 de agosto, San Ciriaco hizo su entrada por Guayama-Arroyo alrededor de las 8:00 a.m., con una presión barométrica de 27.75 pulgadas de mercurio (la presión más baja registrada tras su paso). Sus vientos eran de sobre 100 mph (estimados de hasta 140 mph, categoría 4) y su radio de vientos tenía un diámetro de aproximadamente 80 millas. Permaneció en la isla de seis a siete horas, moviéndose a unas 13-16 mph en dirección principalmente al noroeste. Su centro pasó cercano a Ponce y Juana Díaz alrededor de 9:00 a.m., donde el barómetro marcó 28.11 pulgadas de mercurio. Por otra parte, la presión barométrica en Mayagüez fue de 28.90 pulgadas. Su centro salió de Puerto Rico por Aguadilla, a eso de las 2:00 p.m. Se reportaron 23 pulgadas de lluvia en el pueblo de Adjuntas y 24 pulgadas en Humacao en un periodo de 24 horas, lo cual estableció un récord.
En el 1898, aproximadamente un año antes de la llegada del temporal, se había establecido en San Juan la oficina de negociado del tiempo. También se establecieron pluviómetros en diferentes pueblos de la isla. Cuando San Ciriaco se encontraba en las costas de la isla Dominica, Puerto Rico recibió un aviso cablegráfico notificando que un fuerte huracán se dirigía hacia la isla. En ese entonces, el negociado era dirigido por Sr. R. M. Geddings, quien dio la orden de que se izaran banderas en diferentes partes de las Antillas Menores y Mayores como un método de alerta a la población por la posible llegada del temporal. En el caso de Puerto Rico, este aviso fue emitido en la tarde del día anterior a la llegada de San Ciriaco. Pero, lamentablemente, fueron pocos los habitantes que tuvieron tiempo para realizar preparativos. A esto se le añade que la nueva administración estadounidense no tenía experiencia con el manejo de un fenómeno atmosférico fuera de su territorio, por lo cual no contaban con planes de acción preventiva.
El paso de San Ciriaco provocó daños devastadores en toda la isla. Murieron unas 3,370 personas, catalogándose así como el huracán que más muertes ha ocasionado en la isla. De estas muertes, 1,300 fueron a causa de las inundaciones. Cabe destacar que, la mayor parte de esos difuntos se encontraban trabajando en el campo durante el paso del huracán. Los municipios con más muertes fueron: Arecibo (403), Utuado (356) y Ponce (283). Se reportaron, además, 2,000 heridos y muchas familias que se quedaron sin hogar, ropa o comida. Se dice que muchas de estas familiar andaban por las calles en busca de auxilio.
Para comenzar a atender el asunto, el nuevo Gobierno implementó una serie de medidas, entre estas: dejar de cobrar las contribuciones al Tesoro Insular y las municipales, crear un comité de alivio, reorganizar los distritos municipales y dividirlos en doce (esto para facilitar la recopilación de información sobre los daños que habían ocurrido en cada municipio). A través de la “Junta de Caridad de Puerto Rico”, se distribuían alimentos y para la repartición de suministros, el gobierno militar estableció un sistema de tarjetas de identificación. Esta tarjeta la tenían que presentar los damnificados al momento de recoger los alimentos y otros suministros. el El 28 de agosto de ese mismo año, el gobierno estableció una Orden General en la cual los “hombres fuertes” tenían que trabajar en la recuperación luego del huracán. Los hombres que laboraban y no recibían suministro cobraban 50 centavos, los que trabajaban y recibían ayuda cobraban 25 centavos; por otra parte, los que se opusieran a trabajar dejarían de recibir los alimentos. Esto tenía como propósito evitar la “vagancia de los hombres” y evitar una mala distribución de comida. En este contexto, algunos hacen alusión a cómo se militarizó el proceso de la distribución de comida por parte del gobierno norteamericano. Por otro lado, la comunidad latinoamericana en la diáspora, sobre todo en Nueva York, se movilizó para recaudar ayudas y alimentos para los residentes afectados en la isla.
La economía del país fue grandemente impactada. Las pérdidas se estimaron en unos $20,000,000. El temporal arrasó con el ganado y la agricultura de la isla; se estima que casi el 90% de la agricultura fue destruida. Uno de los mayores impactos fue la pérdida de café, valorada en $7,000,000, mientras que entre 1899 al 1901 la pérdida de esta industria fue de $12,000,000. Estocausó una crisis alimentaria en la isla. Además, la situación socioeconómica obligó a muchos habitantes, particularmente a los hombres, a partir de la isla en busca de sustento para sus familias o de una mejor calidad de vida; emigraron a Hawái, Cuba, República Dominicana, Ecuador, México y Nueva York en busca de oportunidades. Lamentablemente, y en muchos casos, no fue la mejor opción: muchos morían de camino a su nuevo destino, otros eran prisioneros en sus nuevos trabajos, se encontraron con las dificultades de vivir en otro clima, con otro idioma, en la lejanía o, simplemente, en la soledad. Se dice que solo algunos pudieron regresar a Puerto Rico.
Así pues concluye el siglo 19 en Puerto Rico: invadido y acompañado de cambios drásticos para su población. Estos cambios incluyeron los efectos de uno de los más mortíferos temporales de su historia; un huracán que no solo causó miles de muertes, sino que despojó a la isla y sus habitantes de su fuente económica y alimenticia. Luego, la isla fue arropada por enfermedades acompañadas por hambre, lo que empeoró la ya empobrecida y caótica situación de los puertorriqueños y puertorriqueñas de aquel entonces. Todo esto y mucho más, fue resultado de dos invasiones: la estadounidense y la de San Ciriaco, el temporal.
San Ciriaco fue particular en varios aspectos. Fue el último huracán intenso del siglo 19 y el primero bajo el dominio estadounidense en la isla. Al momento, ha sido el huracán con mayor vida ciclónica en la cuenca del Atlántico, con 28 días como sistema atmosférico. Surgió de una fuerte onda tropical el 3 de agosto de 1899, la cual se desarrolló rápidamente a través del Atlántico central. Fue entonces como este sistema fue clasificado como el tercer ciclón de esa temporada, en la latitud 11.7°N y longitud 31.0°O, con una clasificación de tormenta tropical. Dos días más tarde, esta tormenta había evolucionado a huracán. La noche del 7 de septiembre ya era un huracán categoría 3 en ruta hacia el Caribe. Al próximo día el huracán se había intensificado a categoría 4, cuando Puerto Rico recibe el azote del huracán más mortífero en su historia.
Nombrado así por haber impactado el día de ese santo, un 8 de agosto, San Ciriaco hizo su entrada por Guayama-Arroyo alrededor de las 8:00 a.m., con una presión barométrica de 27.75 pulgadas de mercurio (la presión más baja registrada tras su paso). Sus vientos eran de sobre 100 mph (estimados de hasta 140 mph, categoría 4) y su radio de vientos tenía un diámetro de aproximadamente 80 millas. Permaneció en la isla de seis a siete horas, moviéndose a unas 13-16 mph en dirección principalmente al noroeste. Su centro pasó cercano a Ponce y Juana Díaz alrededor de 9:00 a.m., donde el barómetro marcó 28.11 pulgadas de mercurio. Por otra parte, la presión barométrica en Mayagüez fue de 28.90 pulgadas. Su centro salió de Puerto Rico por Aguadilla, a eso de las 2:00 p.m. Se reportaron 23 pulgadas de lluvia en el pueblo de Adjuntas y 24 pulgadas en Humacao en un periodo de 24 horas, lo cual estableció un récord.
En el 1898, aproximadamente un año antes de la llegada del temporal, se había establecido en San Juan la oficina de negociado del tiempo. También se establecieron pluviómetros en diferentes pueblos de la isla. Cuando San Ciriaco se encontraba en las costas de la isla Dominica, Puerto Rico recibió un aviso cablegráfico notificando que un fuerte huracán se dirigía hacia la isla. En ese entonces, el negociado era dirigido por Sr. R. M. Geddings, quien dio la orden de que se izaran banderas en diferentes partes de las Antillas Menores y Mayores como un método de alerta a la población por la posible llegada del temporal. En el caso de Puerto Rico, este aviso fue emitido en la tarde del día anterior a la llegada de San Ciriaco. Pero, lamentablemente, fueron pocos los habitantes que tuvieron tiempo para realizar preparativos. A esto se le añade que la nueva administración estadounidense no tenía experiencia con el manejo de un fenómeno atmosférico fuera de su territorio, por lo cual no contaban con planes de acción preventiva.
El paso de San Ciriaco provocó daños devastadores en toda la isla. Murieron unas 3,370 personas, catalogándose así como el huracán que más muertes ha ocasionado en la isla. De estas muertes, 1,300 fueron a causa de las inundaciones. Cabe destacar que, la mayor parte de esos difuntos se encontraban trabajando en el campo durante el paso del huracán. Los municipios con más muertes fueron: Arecibo (403), Utuado (356) y Ponce (283). Se reportaron, además, 2,000 heridos y muchas familias que se quedaron sin hogar, ropa o comida. Se dice que muchas de estas familiar andaban por las calles en busca de auxilio.
Para comenzar a atender el asunto, el nuevo Gobierno implementó una serie de medidas, entre estas: dejar de cobrar las contribuciones al Tesoro Insular y las municipales, crear un comité de alivio, reorganizar los distritos municipales y dividirlos en doce (esto para facilitar la recopilación de información sobre los daños que habían ocurrido en cada municipio). A través de la “Junta de Caridad de Puerto Rico”, se distribuían alimentos y para la repartición de suministros, el gobierno militar estableció un sistema de tarjetas de identificación. Esta tarjeta la tenían que presentar los damnificados al momento de recoger los alimentos y otros suministros. el El 28 de agosto de ese mismo año, el gobierno estableció una Orden General en la cual los “hombres fuertes” tenían que trabajar en la recuperación luego del huracán. Los hombres que laboraban y no recibían suministro cobraban 50 centavos, los que trabajaban y recibían ayuda cobraban 25 centavos; por otra parte, los que se opusieran a trabajar dejarían de recibir los alimentos. Esto tenía como propósito evitar la “vagancia de los hombres” y evitar una mala distribución de comida. En este contexto, algunos hacen alusión a cómo se militarizó el proceso de la distribución de comida por parte del gobierno norteamericano. Por otro lado, la comunidad latinoamericana en la diáspora, sobre todo en Nueva York, se movilizó para recaudar ayudas y alimentos para los residentes afectados en la isla.
La economía del país fue grandemente impactada. Las pérdidas se estimaron en unos $20,000,000. El temporal arrasó con el ganado y la agricultura de la isla; se estima que casi el 90% de la agricultura fue destruida. Uno de los mayores impactos fue la pérdida de café, valorada en $7,000,000, mientras que entre 1899 al 1901 la pérdida de esta industria fue de $12,000,000. Estocausó una crisis alimentaria en la isla. Además, la situación socioeconómica obligó a muchos habitantes, particularmente a los hombres, a partir de la isla en busca de sustento para sus familias o de una mejor calidad de vida; emigraron a Hawái, Cuba, República Dominicana, Ecuador, México y Nueva York en busca de oportunidades. Lamentablemente, y en muchos casos, no fue la mejor opción: muchos morían de camino a su nuevo destino, otros eran prisioneros en sus nuevos trabajos, se encontraron con las dificultades de vivir en otro clima, con otro idioma, en la lejanía o, simplemente, en la soledad. Se dice que solo algunos pudieron regresar a Puerto Rico.
Así pues concluye el siglo 19 en Puerto Rico: invadido y acompañado de cambios drásticos para su población. Estos cambios incluyeron los efectos de uno de los más mortíferos temporales de su historia; un huracán que no solo causó miles de muertes, sino que despojó a la isla y sus habitantes de su fuente económica y alimenticia. Luego, la isla fue arropada por enfermedades acompañadas por hambre, lo que empeoró la ya empobrecida y caótica situación de los puertorriqueños y puertorriqueñas de aquel entonces. Todo esto y mucho más, fue resultado de dos invasiones: la estadounidense y la de San Ciriaco, el temporal.
Referencias consultadas y otros recursos de interés
Aráez y Ferrando. 1905. HIstoria del ciclón de San Ciriaco. San Juan, P.R.: Imprenta Heraldo. [ISSUU] Cortesía de Biblioteca Virtual de Puerto Rico.
Caldera Ortiz, L. 2017. Historia de los ciclones y huracanes tropicales en Puerto Rico. Coamo, Puerto Rico: Editoral El Jagüey.
Departamento de Instrucción Pública. 1985. "El Huracán de San Ciriaco en 1899" (por Ramón Aráez y Ferrando: Recuento de alguien que vivió aquella experiencia). Páginas 22-27 en: ¿Qué sabemos del huracán? Hato Rey, PR: Estado Libre Asociado de Puerto Rico, Departamento de Instrucción Pública, Área de Extensión Educativa.
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Ramírez, R. 1932. Los huracanes en Puerto Rico. Río Piedras, Puerto Rico: Universidad de Puerto Rico.
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Pérez, O. 1970. Notes on the Tropical Cyclones of Puerto Rico, 1508-1790. National Weather Service - National Oceanic and Atmospheric Administration. http://www.aoml.noaa.gov/hrd/data_sub/perez_11_20.pdf
Perpiñá y Pipernat, D.J. 1899. El ciclón del glorioso San Ciriaco y compañeros mártiles. San Juan, Puerto Rico: Est. Tip. De A. Lynn é Hijos de Pérez Moris.
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Rodríguez Cruz, R. 2017. “Militarización de la distribución de alimentos bajo San Ciriaco: Agosto-noviembre de 1899”. Periódico Rebelión, 27 de septiembre de 2017.
Schwartz, S.B. 2015. Sea of Storms: A History of Hurricanes in the Greater Caribbean from Columbus to Katrina. Princeton, New Jersey: Princeton University Press.
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